Faltó Laura Victoria
Por: Gustavo Páez Escobar
A propósito de la edición de la revista Semana dedicada a las que en su concepto son las 109 mujeres más importantes de Colombia, hace notar D´Artagnan, como días antes lo hizo El Nuevo Siglo, la ausencia de algunas figuras femeninas dignas de evocación. Es el caso, por ejemplo, de Nicolasa y Bernardina Ibáñez, que tuvieron papel notable en los días de la Independencia y en las vidas de Bolívar y Santander, según lo analiza, entre otros destacados escritores, Jaime Duarte French en su libro Las Ibáñez.
Ese es el riesgo que se corre con las antologías (o selecciones como la de Semana), las que, por ser elaboradas bajo criterio o gusto personal, a veces caprichoso, suelen desconocer otros méritos o exagerar la nota de las personas elegidas. Andrés Holguín, en su Antología crítica de la poesía colombiana (1974), excluyó a Julio Flórez por no considerarlo merecedor de ese privilegio, y no fueron pocas las objeciones que recibió. Julio Flórez ha sido el poeta más popular de Colombia, y con esa calificación no puede estar ausente de ningún escrutinio literario.
¿Por qué no clasificó Laura Victoria entre las 109 mujeres escogidas por Semana? Me atrevo a sacar la siguiente conclusión: el grupo que asesoró a la revista para dicho dictamen no sabe quién es Laura Victoria. Esto es fácil de sostener: la poetisa, muerta el año pasado, se había residenciado en Méjico desde 1939, y Colombia la había olvidado.Sin embargo, fue la pionera en nuestro país de la poesía erótica, y en los años 30 del siglo pasado conquistó renombre internacional al lado de las grandes líricas latinoamericanas: Gabriela Mistral, Juana de Ibarbourou, Alfonsina Storni, Delmira Agustini y Rosario Sansores.
El maestro Valencia calificó a Laura Victoria como una revelación de la literatura colombiana, y Rafael Maya elogió a Llamas azules como “el mejor libro poético publicado por mujer alguna en Colombia”. Calibán, en El Tiempo –donde ella publicaba sus poemas–, expresó siempre la misma opinión. Laura Victoria, con su poesía sensual, entonó el sentimiento de los colombianos y revolucionó las letras nacionales. Además, en una época de puritanismos y restricciones, liberó a la mujer de la esclavitud ancestral que no le permitía alzar el vuelo.
Murió faltándole seis meses para cumplir el centenario de vida. Pocos se dieron cuenta de su deceso. Ya el país era otro. En El Tiempo, que fue su periódico, apareció una nota solitaria, de Enrique Santos Molano, registrando la noticia y exaltando la gloria de la insigne colombiana. El olvido había empañado su nombre, después de 65 años de ausencia de la patria. Y no clasificó en la lista de Semana…
El Espectador, Bogotá, 29 de noviembre de 2005.