García Márquez, ¿plagiario?
Por: Gustavo Páez Escobar
Germán López Velásquez, director de la revista Mefisto, escribe un vehemente ensayo donde sostiene que Memoria de mis putas tristes, la última obra de Gabriel García Márquez, es un plagio de la novela La casa de las bellas durmientes, del japonés Yasunari Kawabata, premio nóbel 1968. Y formula graves afirmaciones, como las siguientes:
“García Márquez, con Memoria de mis putas tristes, estafa conciencias literarias. Muy bueno que se diera el dato de las utilidades de esa estafa por parte de la Editorial Norma. El libro es un hijo bastardo de Gabo… El argumento de Memoria de mis putas tristes es exactamente el mismo de La casa de las bellas durmientes”.
Leí el ensayo con interés y desazón. Frente a la inquietud que despierta la acusación de López Velásquez, lo indicado es conocer la obra del japonés para confrontarla con la del colombiano. Sin embargo, aplacé la compra del libro por ser hoy exagerado su precio: por el breve volumen de 150 páginas, publicado en España, las librerías están cobrando $ 53.000. Si la edición fuera colombiana, no valdría más de $ 15.000.
Por supuesto, quedé estupefacto ante la posibilidad de que García Márquez pudiera incurrir en el exabrupto del plagio. De todos modos, la controversia es interesante y merece que se ventile en centros académicos y foros literarios. Para contribuir a dicho propósito, retransmití a varios de mis amigos el ensayo de marras, y algunos me expresaron valiosas opiniones.
Desde Medellín, el escritor y periodista Hernando García Mejía, gran lector de literatura colombiana y mundial, dice: “Lo de la última novela de Gabo es cuento viejo. Desde el principio se sabía que se inspiró en La casa de las bellas durmientes del japonés. Lo de plagio es excesivo y, personalmente, no le doy ninguna trascendencia a ese debate trasnochado.
“Lo que sí me parece es que Yasunari Kawabata, a quien leo desde la juventud, es superior a Gabo como escritor. Gabo es hojarasca efectista y retórica, y Kawabata, esencialidad trascendida en profundidad. Yo plantearía la discusión desde el estilo, aunque tampoco parece admisible, habida cuenta de que, como reza el aforismo, ‘El estilo es el hombre’. Y un hombre que escribió El coronel no tiene quien le escriba –¡qué envidia, por Dios!– merece respeto”.
Jorge Consuegra, reconocido crítico literario y promotor cultural, manifiesta: “Siempre he creído en la opción de la crítica, y el reclamo, el comentario, son válidos en todos los campos. Y creo que García Márquez no ha plagiado. Él, antes de Cien años de soledad, lo dijo: ‘Me encanta La casa de las bellas durmientes y me gustaría hacerle un homenaje’. Y lo hizo”.
Desde Armenia, Carlos Fernando Gutiérrez, columnista de La Crónica del Quindío y literato, dice: “Pienso que hay que leer la novela del nobel japonés, para hacerse un criterio más personal y menos apasionado que el escrito por el director de Mefisto. Algunos han planteado que la mejor literatura son reescrituras”.
Por su parte, Borges recomienda evitar “la confección de novelas cuya trama argumental recuerde la de otro libro. Por ejemplo, el Ulises de Joyce y la Odisea de Homero”.
Hernando García Mejía tuvo la gentileza de facilitarme una novela exquisita de Kawabata: Lo bello y lo triste –edición de Ultramar Editores, Barcelona, 1985–. Obra que, junto con País de nieve –que leí hace mucho tiempo–, me permiten corroborar el concepto de que el autor es un enorme novelista, tal vez el más representativo de Japón.
Nació en Osaka en 1899 y se suicidó en Zushi en 1972, en el pequeño apartamento que poseía frente al mar. Cuatro años antes de su muerte había obtenido el Premio Nóbel de Literatura. Antes de los 15 años de edad murieron, en forma sucesiva, sus padres, su única hermana y sus abuelos. A raíz de su juventud desolada, fue un ser solitario e introvertido.
Su estilo se caracteriza por la sutileza con que maneja las historias, la agilidad de los relatos, la técnica de los diálogos, las dosis de sicología con que actúan los personajes. Y como aspecto fundamental de la buena novela, la trama excitante de los argumentos, urdidos con habilidad y delicadeza, para que el suceso atrape al lector y lo mantenga en suspenso hasta la última página.
Artífice de la “novela miniatura”, es un placer leerlo. La brevedad y dinámica de sus relatos es todo un monumento en las letras japonesas. Aprendió que el vigor de la acción narrativa se consigue con ahorro de palabras innecesarias, por más bellas que suenen al oído (lo cual es más propio de la poesía), y con precisión y gallardía del estilo. Para Kawabata, la hojarasca literaria no existe. Ahí está su gloria.
El Espectador, Bogotá, 6 de septiembre de 2005.
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Comentarios:
Muy buena tu columna. Yo tengo las bellas durmientes y aunque el tema es el mismo, no puede considerarse un plagio. Y eso que a mí García Márquez, como persona, no me gusta. Carlos Arboleda González, Manizales.
Plenamente sensato y pertinente tu artículo sobre Gabo y sus tristísimos putas tristes. Como tú sabes, los idólatras de Gabo son muchos, pero sospecho que la gran mayoría ni siquiera lo han leído como se merece. Espero no haber sido demasiado injusto con él, pero, qué diablos, eso es lo que pienso después del deslumbramiento de El coronel no tiene quien le escriba. Hernando García Mejía, Medellín.
Desde un principio supe que no todo el mundo iba a estar de acuerdo. Eso es normal. De todas maneras, lo importante es continuar un análisis, una evaluación. Borges dijo que una cosa es recrear una historia literaria y una muy distinta calcar. Decía que un escritor nunca debía calcar a otro, que el escritor surgía de su propio interior. Sostengo que García Márquez calcó. Su escrito enriquece sobremanera el debate. Germán López Velásquez, director de la revista Mefisto, Pereira.
La verdad, me encanta García Márquez, pero esta novela en particular me decepcionó. Además, considero que el título no tiene nada que ver con el contenido. Creo que las palabras grotescas le encantan a mucha gente hoy en día: quizá se trató de una alternativa publicitaria para llegar a muchísimas personas. Para mí su obra cumbre por excelencia, conmovedora, es El amor en los tiempos del cólera. Esperanza Jaramillo García, Armenia.