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Archivo para miércoles, 30 de junio de 2010

Encuentro de dos poetas

miércoles, 30 de junio de 2010 Comments off

Guiomar y Alfredo.  Ella,  oriunda de Medellín y con nexos ancestrales en el municipio caldense de Riosucio, es una delicada dama que en 1978 nació en el mundo literario con el libro Mujer América – América Mujer. Él, natural de Cali, ha sido caballero andante por diversos países, sobre todo Estados Unidos, y en 1968 apareció en el mismo escenario con el título Poemas, motetes y cantos.

Guiomar ha publicado 13 libros de poesía y Alfredo, 17. Ambos transitan por los predios líricos desde sus tempranas mocedades y han hecho de las letras y la cultura su razón de ser. Su entrega a las causas del arte y del espíritu ha sido absoluta, y en sus itinerarios han conquistado aplausos y galardones. Se trata de Guiomar Cuesta Escobar y Alfredo Ocampo Zamorano, hasta hace poco dos astros independientes en el cosmos de la poesía. Hoy, unidas sus existencias por los lazos del afecto, han refundido sus destinos en una sola ilusión.

En la pasada Feria Internacional del Libro presentaron la obra conjunta bautizada Concierto de amor a dos voces, la que, como su nombre lo señala, fue escrita a cuatro manos y con clara motivación: el amor de pareja. Obra pulcra y de atrayente diseño, elaborada en fino papel y con maestría artística. Salió de los talleres de Apidama Ediciones, empresa que dirigen los esposos y que en poco tiempo ha producido 22 volúmenes poéticos de diversos autores, y dos de la serie “Pintemos este cuento”, de la libretista y productora de televisión Lucila Navia Rinck.

Isaías Peña Gutiérrez, prologuista del libro, anota: “Mientras el sol nace y cae cada día, se cruzan poemas como cartas que se suceden en un tiempo de reflexión y de coraje”. Y agrega que “van descubriendo (a ellos y a nosotros) las inmensas posibilidades que surgen del encuentro de dos ausentes”.  Es el suyo, en efecto, un enlace poco común en esta época de vacíos sentimentales, desarmonías y desencuentros. Por eso mismo, es un vínculo sorprendente. A sus edades adultas, cuando funcionan mejor las cuerdas de la serenidad y de la percepción, cualquiera puede suponer que se trata de una unión perdurable. Los protagonistas han llegado a la etapa de la vida donde el corazón responde con mayor certeza a los pálpitos de la intuición y la fantasía.

En este Concierto de amor a dos voces se captan los vértigos de la pasión que en el cielo lírico –el mejor  escenario para el ideal amoroso– describen las sutilezas del corazón y recogen el coloquio de las almas, más allá del tiempo y las circunstancias personales. Lo que permanece es la poesía: lo demás es transitorio. El lector hallará en este libro un delicioso diálogo poético. Conozca o no a los interlocutores, se olvidará de ellos para percibir los gozos de la estación otoñal. Aquí palpita el lenguaje universal que a través de los siglos ha conmovido el alma de los enamorados.

La poesía amorosa es un sistema musical que no entiende la razón, pero que suena encantado. Y se expresa en suspiros, murmullos misteriosos, vuelos mágicos. Los vasos comunicantes de este poemario llevan a un mismo lugar: la idealización del amor. Ya no es el frenesí primaveral, el de las iniciales sorpresas y las turbadoras borrascas, sino la emotividad consciente que ha aprendido el juego apacible de las emociones.

Amor que cabalga en el viento, en los océanos, en la epidermis de las alcobas. Amor sensual y etéreo. En alguna parte, Alfredo le dice a Guiomar: “Me crecen tus pupilas para lograr hallarte cerca del universo con profundo quejido de salmo que explosiona detrás de las palabras”. Y ella exclama: “Ebrio está mi cuerpo desde la mañana en que llegaste a descubrir en mis ojeras un río de luz”. 

El libro, inflamado de erotismo y rutilante de metáforas, es un festín de los sentidos y un canto a la alegría. La fusión de los cuerpos y el fragor de las palabras magnifican el significado de conquista y posesión. Rara obra, además, en estos tiempos descreídos y frívolos, en los que los poetas, dispensadores y destinatarios de la pasión enlazada, hacen vibrar en su concierto las voces de un idilio fuera de moda. Idilio que ya no existe en nuestros días, pero que es posible. Y al volverse palpable, como lo sentimos en la obra, se rescata el amor como llama inextinguible del planeta. Dichosa poesía.

El Espectador, 16 de junio de 2005.

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