Las mujeres de Fidel
Por: Gustavo Páez Escobar
Una de las desgracias del hombre público es que no tiene vida privada. Por más que trate de resguardar su intimidad, estará sometido al ojo escrutador de la sociedad donde vive, o del país, o del mundo, según la nombradía que posea. De ahí que figuras como Kennedy y Clinton, y entre nosotros Bolívar y Santander, pasaran a la historia señalados por sus aventuras amorosas. Esto, sin embargo, no les quitó mérito como grandes estadistas.
Una curiosidad morbosa, similar a la de los paparazis, indaga los actos ocultos de la gente célebre, en busca de noticias que causen sensacionalismo. La vida amorosa es la faceta más expuesta a la intromisión. El hombre, que es fisgón por naturaleza, goza escarbando los predios ajenos, y a veces descuida los propios.
Se dice que detrás del hombre importante hay una gran mujer. No siempre esa mujer es la propia, o la visible: también puede ser la amante secreta. De todos modos, el tiempo se encarga de mostrar a la persona tal como es, o fue, en su vida pública y privada. Si no fuera así, el retrato quedaría desdibujado. Tarde o temprano la mujer o mujeres de un personaje son involucradas en su biografía. Esto es inevitable que suceda. Cuando la importante es la mujer, ocurre la situación inversa.
A raíz de la grave enfermedad de Fidel Castro, que hace presagiar el ocaso del caudillo, han salido a colación diversos capítulos de esta índole, que estaban rodeados de hermetismo. Y cobran claridad algunos rumores que circulaban desde años atrás. Apenas comienza a escribirse la biografía sexual del dictador. En Cuba no podía hablarse de las aventuras amorosas del Comandante con diferentes mujeres. Según cuenta una excapitana del ejército, esas mujeres, sólo dentro del ámbito del poder, eran “desde famosas periodistas extranjeras hasta jóvenes oficiales que rodeaban a su hermano Raúl”.
La mujer fue siempre una debilidad para Castro, pero él logró ocultar sus amoríos durante medio siglo. Secreto tan bien guardado hizo aumentar el mito sobre su vida personal. Hoy ese mito ha decrecido, pero sigue siendo mito. La noticia clara era que Castro se había casado en 1948 con Mirta Díaz-Balart, dama de la alta burguesía cubana, con quien tuvo un hijo, también llamado Fidel, y se divorciaron en 1954.
Después de Mirta se hablaba de su romance con la guerrillera Celia Sánchez Maduley, que estuvo muy cerca de él en la Sierra Maestra y que murió en 1980 a causa de un cáncer pulmonar. Vendría luego Naty Revuelta, otra aristócrata, que estaba casada con el médico Orlando Fernández y con quien Fidel tuvo una hija, Alina Fernández Revuelta. Ésta sólo vino a enterarse a los diez años de que su padre biológico era Fidel. La noticia le produjo honda frustración por llevar el apellido del médico Fernández y no conocer a su verdadero progenitor.
Con el tiempo, la hija oculta se declaró furibunda anticastrista y calificó a su padre como un tirano. En 1997 escribió el libro titulado Memorias de la hija rebelde de Fidel Castro. Hoy vive desterrada de Cuba, y cuando termine la dictadura piensa regresar a su patria. Se volvió tan arraigado el odio hacia Fidel –siempre ausente de su vida y a quien considera un ser desconocido–, que terminaría haciendo esta declaración sobre su retorno a la isla: “La muerte de mi padre es la vuelta a Cuba, es mi vida”.
La relación de Fidel y Naty duró varios años y dio lugar a una serie de cartas románticas que el amante enviaba a Naty desde la cárcel, en una de las cuales le decía: “Hay cosas eternas, cual las impresiones que de ti tengo, tan imborrables, que me acompañarán hasta la tumba. Tuyo siempre, Fidel”.
Sin embargo, el amor eterno que le declaraba adolecía de mucha fragilidad. En la sombra se movía otra mujer, Dalia Soto del Valle, maestra de profesión, con quien tuvo cinco hijos, todos empezados por A: Alexis, Alex, Alejandro, Antonio y Ángel. El nombre de Alejandro es un tributo que rinde el antiguo guerrillero a su ídolo supremo, Alejandro Magno. Dalia es su mujer actual, y lo ha sido desde hace cuatro décadas, pero el pueblo no lo sabía. Cuando muera el mandatario, se sabrán muchas cosas más que hoy pertenecen al enigma.
El rígido silencio ha comenzado a romperse. Puede decirse que el dictador se desmonta de su nicho y empieza la metamorfosis de una naturaleza irreal a la de un ser común y corriente –de carne y hueso, por supuesto–, que se daba el lujo de tener mujeres a porrillo sin que nadie lo supiera, y así mismo procreaba numerosos hijos, reconocidos unos y otros ignorados.
Estos últimos permanecerán anónimos por el resto de sus días, y lo único que podrán decir sobre su origen es que son hijos de “padre desconocido”, como también es el caso de Alina Fernández Revuelta, a quien Fidel le negó el apellido y de ese modo creó en ella un resentimiento inextinguible.
El Espectador, Bogotá, 16 de septiembre de 2006.
* * *
Comentarios:
Ningún Fidel es fiel, ningún Félix es feliz, ningún Próspero prospera. Amílcar Bernal.
Tu artículo es bueno y muy bien documentado. El personaje, no tan bueno, y su dictadura sobre Cuba, un dolor que no pasa. Mis amigos cubanos “agonizan” de tristeza y olvido. Aída Jaramillo Isaza, Manizales.