Plumas navideñas
Por: Gustavo Páez Escobar
La compilación de 65 artículos navideños, suscritos por 53 columnistas de El Espectador, constituye el libro que con el título Plumas navideñas a diestra y siniestra publicó el periódico en diciembre pasado, como “significativo regalo de Navidad para expresar nuestro agradecimiento a amigos, lectores y anunciantes”, según manifiesta el director, Fidel Cano Correa, en la nota de presentación de la obra.
La idea fue sugerida por Jorge Cardona Alzate, jefe de Redacción, que se encargó de recolectar el material, tarea nada fácil de realizar cuando en el archivo del periódico, a lo largo de sus 117 años de existencia, se guardan centenares de escritos sobresalientes sobre el tema de la Navidad y esto daría lugar a numerosos libros de la misma índole.
Uno de los archivos más ricos de la prensa colombiana es el de El Espectador. El fuego y las bombas no han conseguido, a pesar de su ímpetu arrasador, desmontar el acervo cultural que afamadas plumas de la inteligencia han sembrado en las páginas del rotativo. Este tesoro inapreciable fue el que permitió que surgieran infinidad de enfoques sobre la Navidad, todos dignos de rescate, pero de imposible inclusión en un tomo que se proponía ser ágil y de agradable manejo.
Queda para el futuro, así lo esperamos, la agrupación de otros temas, como el de la crónica y el reportaje, el de los editoriales y las columnas de opinión, el de la caricatura y la fotografía, el de las estupendas prosas que marcaron el nervio y el estilo insuperable del Magazín Dominical. Y en el género literario, el del cuento, que tanto lustre le dio a la literatura colombiana desde las páginas del citado suplemento, y tanto interés despertó en el público.
Aquí están reunidas plumas excelsas como la de Luis Tejada, maestro por excelencia de la crónica colombiana; o la de José María Cordovez Moure, muerto en 1918, que escribió un extraordinario proceso histórico bajo el título Reminiscencias de Santafé y Bogotá, uno de cuyos pasajes fue recogido en la Navidad de 1954; o la Alberto Lleras, autor de tantas páginas magistrales; o la de Gabriel García Márquez, que antes de obtener el Nóbel de Literatura era cronista estrella de la casa Cano; o la de Eduardo Caballero Calderón, figura cimera de nuestras letras; o la de su hermano Lucas –Klim–, cuya mordaz vena humorística fustigaba a los funcionarios y a los gobiernos y era capaz, al mismo tiempo, de forjar grandes escritos.
Pedro Gómez Valderrama, uno de los escritores contemporáneos de mayor vocación humanística, es autor de preciosa página sobre la tarjeta navideña, costumbre hoy en decadencia y que en otros tiempos representó un fuerte lazo de unión y alegría. Abelardo Forero Benavides dice que “mientras la humanidad se congregue alrededor de la cuna, símbolo victorioso de la humildad sobre los poderes efímeros, habrá para ella posibilidades de rescate”. El padre Camilo Torres, situado frente al desamparo de los pobres en los días del jolgorio colectivo, expresa: “No creamos celebrar el nacimiento de Jesús si no nos decidimos a vivir su vida, a desearla con la austeridad humilde de los pobres, de los pobres a quienes está reservado el reino”.
Íntimo motivo de complacencia representa para mí el hecho de que el artículo Navidad, tesoro perdido, que escribí hace 25 años y que apareció en la primera página del Magazín Dominical, hubiera sido seleccionado dentro de este material. Es la Navidad, sin duda, época de colores, con los que se reflejan distintas tonalidades del sentimiento popular y del ámbito individual. Así lo revelan los títulos de varios de los trabajos recuperados: Navidad gris, de William Jaramillo Gómez; Navidad: luces y sombras, de Plinio Apuleyo Mendoza; Colores de Navidad, de Óscar López Pulecio; Navidades negras, de Guillermo Cano.
Cuán doloroso resulta el hecho de que esta última nota del ilustre director del periódico, escrita en la Navidad de 1986 (y que se publicaría en forma póstuma en el mismo diciembre), fuera premonitoria de su propio asesinato a manos del narcotráfico. En ella transcribe la dramática carta de una hija angustiada que ocho años atrás había presenciado el rapto de su padre, de quien no volvió a saber nada. Al anunciar dicho documento, decía don Guillermo en aquella Navidad negra: “Transcribo –aunque comprendo que voy a causar entre no pocos de mis lectores un efecto desagradable cuando todos nos encontramos predispuestos a llegar a la Nochebuena con piticos y cantares– el texto de la carta que me puso a llorar en plena Navidad”.
En el poema Nochebuena, César Vallejo pinta en este cuarteto el claroscuro de las navidades:
Hay labios que lloran arias olvidadas, / grandes lirios fingen los ebúrneos trajes. / Charlas y sonrisas en locas bandadas / perfuman de seda los rudos boscajes.
El Espectador, Bogotá, 3 de febrero de 2005.