Las letras boyacenses
Por: Gustavo Páez Escobar
Pocos lugares del país, como el departamento de Boyacá, tienen el privilegio de contar con un escritor de la calidad y el amor terrígeno que posee Vicente Landínez Castro, dedicado desde su juventud a difundir y preservar las tradiciones y los valores de la comarca. En 1979, y en asocio de Javier Ocampo López -otro desvelado impulsor de la cultura regional-, Landínez Castro hizo un recorrido detallado por la literatura regional en la obra El lector boyacense. Edición gigante que tuvo el auspicio de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia y se distribuyó a todos los establecimientos docentes y culturales como guía certera para estudiar el talento de los boyacenses en el campo de las letras.
Hoy, 24 años después, Vicente Landínez Castro, uno de los mayores estilistas boyacenses de todos los tiempos, acomete otra tarea colosal, y de superior aliento, cual es la de actualizar y ampliar aquel inventario del arte, labor que realiza en el libro Síntesis panorámica de la literatura boyacense, patrocinado por la Academia Boyacense de Historia. En cerca de 500 páginas y en formato amplio, el lector hallará todo lo que el departamento ha producido en las lides de la escritura. Los enfoques precisos que hace el ensayista sobre cada persona y cada obra permiten abarcar la dimensión de esta comarca prodigiosa que no ha cesado de hacer cultura desde los tiempos aborígenes.
La tradición viene desde los chibchas, dueños de novedosos sistemas de comunicación, por medio de los que difundieron sus mitos y leyendas valiéndose de expresiones orales (la literatura primitiva). Donde más eco tuvo la literatura chibcha fue en Tunja. Durante los tiempos de la Colonia, esta ciudad, rodeada de barrancos y misterios y coronada de blasones, figuró durante muchos años como la más atractiva de la época, por encima de la capital del país. Era tan intenso el movimiento literario que se vivía entonces, que en 1663 se verificó en Tunja el primer concurso literario de que se tenga noticia en Colombia.
El libro de Landínez Castro escudriña esos secretos y se lanza a los tiempos sucesivos, deteniéndose con reflexión en las épocas de mayor fecundidad literaria y en los nombres más representativos, sin subestimar otras figuras menores, acaso no valoradas antes en su justa medida, todos los cuales forman el inmenso patrimonio que representa para Colombia esta tierra grande de labradores y de gente pensante. Podría deducirse que el frío y los ambientes taciturnos, tan característicos de la tierra boyacense, mueven la mente y el alma al raciocinio y la creación.
Tal vez esto explique los 113.609 versos que constituyen el asombroso poema de don Juan de Castellanos titulado Elegías de varones ilustres de Indias, la obra más voluminosa -inconcebible en nuestros días- de la literatura occidental. Además, en Boyacá brotaron manifestaciones singulares, como la del ex jesuita Hernando Domínguez Camargo, poeta barroco y la máxima figura en América de la escuela gongorina durante el siglo XVII; o la de la madre Francisca Josefa del Castillo, pionera de la literatura ascética colonial y que dejó una obra estremecida por el amor divino; o la de Laura Victoria, que rompió con su poesía erótica, en la primera mitad del siglo XX, las cadenas de la hipocresía y los atavismos sociales y religiosos, liberando a la mujer de la esclavitud ancestral imperante en aquellos días.
Poetas, narradores, ensayistas e historiadores de los viejos y los nuevos tiempos quedan registrados en esta galería de gente ilustre, bajo la óptica diáfana y el criterio justo de quien, como Vicente Landínez Castro, ha sabido tomarle el pulso a su comarca y dignificar ante la historia el oficio de escribir.
El Espectador, Bogotá, 30 de octubre de 2003.