Adiós, Laura Victoria
Por: Gustavo Páez Escobar
El viaje de Laura Victoria a Méjico hace 65 años (febrero de 1939), cuando por motivos familiares se vio precisada a radicarse en dicho país, concluye con su marcha definitiva del mundo, ocurrida el 15 de este mes, a seis meses de cumplir los cien años de existencia. De Colombia se retiró en el mejor momento de su gloria, cuando su nombre, como pionera de la poesía erótica, había adquirido alta celebridad en los países latinoamericanos, al lado de las grandes líricas del continente: Gabriela Mistral, Juana de Ibarbourou, Alfonsina Storni, Delmira Agustini y Rosario Sansores.
Por aquellos días había aparecido su libro inaugural, Llamas azules, opúsculo que estremeció el sentimiento del país y provocó una revolución en la literatura, calificado por Rafael Maya como “el mejor libro poético publicado por mujer alguna en Colombia”. El segundo, Cráter sellado, salió en Méjico en 1938, y el tercero, Cuando florece el llanto, en España en 1960. Su obra completa la conforman siete títulos y es poco conocida en Colombia, por la circunstancia ya anotada de su larga estadía en la tierra azteca.
De la Bogotá parroquial de trescientas mil almas que aclamó la fibra romántica de la bella provinciana, a la metrópoli actual con más de siete millones de habitantes, mucha agua ha corrido bajo los puentes. El ambiente recoleto de la urbe se alteró, claro está, con un poema tan vibrante y lleno de fino sensualismo como En secreto, la página que causó mayor revuelo y la llevó a la fama. Grandes literatos de la época, entre ellos el maestro Valencia, reconocieron la aparición de una estrella en las letras nacionales, y el público delirante la rodeó de simpatía y admiración, como nunca antes lo había hecho con otra dama.
Laura Victoria, proveniente de un destacado hogar boyacense imbuido de rígidas costumbres, y situada en un ambiente puritano y farisaico, tuvo que romper con los lazos de su estirpe y de su tiempo para explayar su exquisita entonación erótica, que las mentes mojigatas calificaron como atrevida y pecaminosa. Colombia no estaba preparada para una poetisa de tal dimensión. Sin duda alguna, ella emancipó a la mujer colombiana y puso una nota muy alta en el panorama romántico del país.
Años después dio un viraje al misticismo y se volvió erudita en los temas bíblicos. Fue agregada cultural de nuestras embajadas en Méjico y Roma, y por largos años ejerció el periodismo. Además, era miembro de la Academia Colombiana de la Lengua. Una vida en verdad meritoria y apasionante, que tuve oportunidad de escrutar en mi reciente libro Laura Victoria, sensual y mística. Con su muerte, Colombia pierde una egregia personalidad literaria y humana.
El Espectador, Bogotá, 20 de mayo de 2004.