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Sinfonía de los árboles viejos

viernes, 9 de octubre de 2009 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

El primer libro de poesía de Héctor Ocampo Marín, Sinfonía de los árboles viejos, fue la obra ganadora del III Certamen de Poesía “María Luisa García Sierra”, realizado en Villa de Bornos (Cádiz), España, en octubre de 2001. El premio contemplaba, entre otras cosas, la publicación del libro, del que se entregaría una cuota de ejemplares al ganador. Han pasado tres años desde que se produjo el fallo, y el escritor no ha obtenido los premios anunciados. Lo cual significa que su obra sigue inédita.

¿Qué ha sucedido? Es lo que no han explicado los promotores del certamen, que comprometían al Ayuntamiento de Bornos por actuar en su nombre. Ellos, al comunicar al ganador la decisión del jurado, le decían: “Es para nosotros, como organizadores, un orgullo que este concurso literario traspase no sólo las fronteras de la Sierra de Cádiz, sino lo que en principio nos hubiera parecido impensable, el Atlántico”.

Sin embargo, ese orgullo de hacer llegar el eco del certamen a nuestro continente, no ha tenido culminación. España es el país que más concursos realiza en el mundo de las letras castellanas. En diversas ocasiones esas preseas, que representan una oportunidad para que los autores difundan sus obras y se hagan conocer en otras latitudes, han sacado del anonimato a varias de nuestras figuras literarias.

Pero esta vez el Ayuntamiento de Bornos se desentendió de entregar el premio en comentario. Al conocer la extraña noticia, le pedí a Ocampo Marín que me diera su opinión sobre la falta de palabra de los organizadores. Considera él que, debido a la ausencia suya en el acto de premiación, quedó en suspenso la edición de su obra, que era lo que en realidad le interesaba. Para asistir a la ceremonia, a la que fue invitado, el escritor debía costearse el transporte y la estadía en España. Es decir, valía más el viaje que los galardones. Y han pasado tres años…

Mientras tanto, el público se ha privado de conocer este poemario, que yo he tenido la fortuna de leer por amable deferencia del autor. Pocos saben que Ocampo Marín sea poeta. Sus campos de mayor figuración han sido el ensayo, la historia y el periodismo, y también ha incursionado en la novela y el cuento. Ahora venimos a enterarnos de que ha sido poeta clandestino que a lo largo del tiempo produjo su obra silenciosa y supo guardar muy bien el secreto.

Sinfonía de los árboles viejos es un delicado opúsculo movido por el lirismo, la filosofía, el sensualismo, el amor a la naturaleza y a la vida. El autor les pone alma y sentimiento a sus árboles y los transforma en seres animados que, al igual que los hombres, aman y sufren, gozan y lloran. Conversan con Dios, con el viento y la floresta. Sufren la intemperie y se refrescan con la lluvia. Tienen horas de hastío y también de alborozo. Los hay sensuales, y hedonistas, y tiernos. Otros cargan con la soledad de los años y se les enfría el corazón. En medio del universo telúrico, disfrutan la cantata del agua y perforan el alma de la piedra.

El árbol habita la llanura o la ciudad, unas veces “ebrio de Dios” y otras “sensual y opulento”. Adquiere la propia epidermis del hombre y, como él, padece vejaciones e irradia amor. El árbol viejo de la avenida “enseña escoriaciones hondas. / Contra su haber sexagenario / se han estrellado viejas cóleras… / Y en la media noche invernal / o amaneceres de alba ciega, / al blanco inerte de su cuerpo / apuntan las esquizofrenias”.

Ojalá escuchemos pronto la Sinfonía de los árboles viejos, convertida en libro,  que nos debe, tanto al escritor victorioso como a sus lectores, que somos muchos, el extraño Ayuntamiento de Bornos.

El Espectador, Bogotá, 16 de septiembre de 2004.
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