De Fernando Soto Aparicio
(Revista Integración Boyacense, No. 4, Bogotá, octubre de 1986)
Raro es hallar dentro de gentes metidas en las disciplinas de la economía y de la banca, un escritor. Gustavo Páez Escobar lleva años vinculado al mundo (para mí oscuro y misterioso, indescifrable) de las finanzas. Y dentro de ese trajín cotidiano, ha sacado tiempo para escribir varios libros, cuentos (El sapo burlón) y novelas (Destinos cruzados y otras), que se leen con interés y agrado.
¿Qué es lo que hace una novela? Es difícil contestar a esta pregunta, y más en la época actual, cuando la narrativa en general ha ido de un extremo a otro, levantándose, cayendo y volviendo a tomar el camino. Páez Escobar hace una literatura clara, sin pretensiones elitistas; una narrativa para leer y disfrutar, para entender. Comunicante y ágil, de lenguaje directo e inmediato.
Estos Destinos cruzados son una historia de amor, con altibajos, sufrimientos, intrigas, mentiras y verdades, que vienen a terminar en un final lógico, no por lo feliz y justo menos evidente.
Hay otra novela suya, Ventisca, donde se aprecia de nuevo su capacidad narrativa. La protagonista es una mujer que trasciende los límites de lo inmediato y se convierte en símbolo, dentro de una gran catástrofe causada por la furia de la naturaleza que arrasa un pueblo y deja sólo escombros. En ella, como en las otras novelas de Páez Escobar, hay una especie de soplo de Dios, una justicia más allá de la justicia del hombre, que coloca las cosas en su sitio y los seres en su lugar.
La narrativa de este novelista tiene un sello de comunicación inmediata. Además, ha comprendido que el papel esencial del escritor es contar cosas; y saberlas contar para que se las entiendan. Así son sus novelas; y sus cuentos, pintados de un ligero humor, siguen la misma pauta. Buen narrador Páez Escobar, que ha salido de los límites geográficos de su terruño, y ha establecido sus reales de narrador en todo el país.